Distintos estudios de opinión indican que el miedo a perder el empleo ha vuelto a ser una preocupación de primer orden entre los argentinos, imponiéndose por sobre otros temas, como la inflación o la inseguridad.
Esta novedad se da con la gestión presidencial de Mauricio Macri. Su política de despidos en el sector público (que, según cifras oficiales, alcanzó a casi 11 mil personas) y el enfriamiento de la economía causado, entre otras razones, por la disminución del poder adquisitivo de la población, fueron acompañados casi en forma inmediata por la reducción de personal en el sector privado.
El caso argentino no parece ser una excepción, a juzgar por lo que ocurre en el resto de la región y en particular en Sudamérica. La Organización Internacional del Trabajo informó que el desempleo en América Latina ha crecido en 2015 por primera vez en cinco años: pasó del 6,2% en 2014 al 6,7% el año pasado, y la proyección es que en 2016 llegue al 6,9%. El mismo informe da cuenta de que en Sudamérica la situación es aún más grave: el desempleo pasó del 6,8% en 2014 al 7,6% en 2015.
En el mismo sentido, hace pocos días, el Fondo Monetario Internacional emitió un informe donde señala que desde 2015 se observa una tendencia preocupante en los países latinoamericanos hacia el aumento en los niveles de desempleo. Según el organismo, las proyecciones para este año y el próximo son de declive, y contrastan con lo que se espera en los países calificados como “avanzados”.
Para comprender un poco más en detalle la problemática regional, hemos realizado un breve monitoreo sobre la evolución del desempleo en el primer trimestre de 2016 en los principales países sudamericanos.
Bolivia, Paraguay y Perú son una excepción: tanto en 2015 como en el primer trimestre de 2016 hubo creación de empleo. En estas tres economías, pareciera que el principal problema no es la generación de empleo sino los altos niveles de informalidad laboral. Por ejemplo, en Bolivia se calcula que cerca del 80% del empleo es no registrado.
Como se observa, la situación resulta preocupante. En términos generales, es posible afirmar que la región está sufriendo las consecuencias del fin del boom de las commoditties. En tal sentido, como es lógico suponer, existe una relación estrecha entre crecimiento económico y desempleo. Y los pronósticos sobre las economías de la región no son alentadores. Por ejemplo, la CEPAL ha estimado recientemente que la actividad económica de América Latina y el Caribe para 2016 sufrirá una contracción del 0,6%, mientras que en América del Sur la caída será aún más profunda: -1,9%. Las proyecciones del FMI, que reproducimos a continuación, tampoco resultan positivas.
País |
2016 |
2017 |
Argentina |
-1,0% |
2,8% |
Bolivia |
3,8% |
3,5% |
Brasil |
-3,8% |
0,0% |
Chile |
1,5% |
2,1% |
Colombia |
2,5% |
3% |
Ecuador |
-4,5% |
-4,3% |
Paraguay |
2,9% |
3,25 |
Perú |
3,7% |
4,1% |
Uruguay |
1,4% |
2,6% |
Venezuela |
-8% |
-4,5% |
La principal conclusión que se puede extraer de esta nota es que las perspectivas laborales en la región no son positivas y que la situación actual en la Argentina no constituye una excepción. Cabe recordar que, a diferencia de lo que sostuvo el macrismo, en los últimos cuatro años la economia argentina no solo creció sino que también generó empleo privado. Los principales sostenes de dicho crecimiento fueron el gasto público y la demanda interna. En un escenario internacional delicado, las medidas implementadas por el Presidente Macri, que han afectado el poder adquisitivo de la población, no constituyen buenos augurios sobre lo que vendrá. En tal sentido, las esperanzas del gobierno nacional, depositadas en un promisorio segundo semestre, parecen obedecer más a un optimismo militante que a datos certeros de la realidad.