El tema de la corrupción se instaló con fuerza en el último tramo de la campaña electoral, a partir de las denuncias contra uno de los dirigentes del PRO, Fernando Niembro. No dejó de llamar la atención que algunos medios de comunicación, como La Nación y Clarín, enfrentados al gobierno nacional y que suelen proteger al macrismo, se pronunciaran expresamente a favor de su renuncia como candidato a Diputado por Buenos Aires.
El tratamiento mediático de este caso, sin embargo, revela una particularidad digna de mención. Por regla general, en los hechos de corrupción el protagonismo recae en los funcionarios públicos, quedando en un segundo y eclipsado lugar la contraparte privada, necesaria y fundamental para que se concrete un hecho ilícito.
Extrañamente, la ecuación se ha invertido en el affaire Niembro. Las críticas recayeron centralmente en el periodista deportivo que, como dueño de una empresa, se vio beneficiado por la suscripción de contratos con el gobierno porteño. Poco o nulo interés despertó en cambio conocer quiénes fueron los funcionaros públicos que concedieron dichos contratos.
Visto en perspectiva, los pedidos de renuncia a Niembro por parte de La Nación y de Clarín no significaron una muestra excepcional de objetividad periodística ni mucho menos que le hayan soltado la mano al PRO. Por el contrario, fue una estrategia destinada a proteger a Mauricio Macri y a María Eugenia Vidal, que, no está mal recordar, como Jefe y Vice-Jefe de Gobierno respectivamente, siguen siendo los máximos responsables del destino de los recursos públicos porteños.
Prueba de la existencia de una estrategia de esta naturaleza es que para juzgar la conducta de Niembro existió una misma línea discursiva por parte de los principales dirigentes del PRO y los medios referidos, basada en la diferenciación del plano ético y el legal. Al respecto, Macri declaró el 10 de septiembre: “Lo que ha sucedido es todo legal”, y cinco días más tarde, Vidal repetía: "Creemos que no hay nada irregular y que todo lo que se hizo fue legal". La Nación, por su parte, en una Editorial del 15 de septiembre, fundamentaba el pedido de renuncia de Niembro en los siguientes términos: “La razón es ética, de fondo (…). Cualquier dirigente político con un mínimo de sensibilidad y honradez sabe que no alcanza con que sus actividades sean legales -que en el caso de esa denuncia contra Niembro, podrían llegar a serlo”. En otras palabras, centrar el problema en una cuestión ética y no legal fue una maniobra coordinada que apuntó a blindar a las máximas autoridades del gobierno de la Ciudad.
Sin embargo, las denuncias por corrupción contra el PRO continúan e involucran a otros dirigentes y funcionarios, afectando de esta forma la credibilidad de un espacio político que pretende representar un cambio respecto del kirchnerismo, especialmente en temas de transparencia y prácticas políticas.
Resulta curioso, sin embargo, que la corrupción no constituye uno de los tópicos predilectos de Macri a la hora de precisar en qué consiste el cambio que busca llevar adelante en caso de resultar electo Presidente el próximo 25 de octubre.
El 6 de septiembre el Diario La Nación publicó un informe de Chequeado en el que se analizaba el mensaje de los tres principales candidatos a la presidencia: Scioli, Macri y Massa. El objetivo era medir cuán concretos son en sus discursos y para ello se tomó como muestra todas las entrevistas en las que participaron durante el último mes en cuatro diarios nacionales.
La conclusión más importante que se desprende de las entrevistas (realizadas, cabe aclarar, antes de que tomara estado público el caso Niembro), es que en ninguna de ellas Macri hace alusión al tema de la corrupción. En distintas oportunidades, se explaya para explicar qué tipo de cambio pretende (más diálogo, políticas de Estado, fomento al empleo y estímulos al crecimiento) pero nunca menciona en forma directa la corrupción. Cabe consignar que, en contraste, Sergio Massa, en todas las entrevistas concedidas, explicita la lucha contra la corrupción como una de sus principales propuestas de gobierno.
¿Por qué y de qué manera entonces Macri ha logrado construir, al menos en una parte del electorado, la imagen de un político transparente y capaz de luchar contra la corrupción? Sin dudas, la protección mediática que ha tenido en los dos períodos en los que estuvo a cargo de la Jefatura de la Ciudad de Buenos Aires ha contribuido notoriamente en ello. Pero existe otro elemento, anterior y tal vez más importante, y es su condición de empresario devenido en político. De hecho, en una de las entrevistas analizadas, Macri mismo se encarga de destacar dicha condición como un claro ejemplo de su capacidad de liderazgo.
Esta imagen de un Macri exitoso en la actividad privada que decide incursionar en la política, no en búsqueda de rédito personal sino por puro compromiso con el bien común, está construida, cabe decir, sobre algunas omisiones fundamentales: una de ellas es que el Grupo Macri, como tantos otros grupos económicos argentinos, ha crecido y se ha expandido a partir de prebendas estatales (la famosa “patria contratista”). Otra no menos importante es su procesamiento en una causa de contrabando, cuando fue Presidente de una de sus empresas, Sevel. Una tercera, finalmente, tiene que ver con lo ocurrido en el Municipio de Morón a fines de los ochenta, en un escándalo de corrupción por contratos de obra pública en los que el propio Macri estaba a cargo de la empresa contratista. El Intendente Rousselot, cabe recordar, fue destituido de su cargo mientras que Macri, por el contrario, pudo concretar años más tarde su sueño de entrar a la política.
Estas omisiones están vinculadas estrechamente con el tratamiento mediático que se le da a la corrupción y que comentábamos al principio de esta nota. Lo único que parece importante para los medios es la corrupción que involucra a los funcionarios públicos. La contraparte privada o los ilícitos entre privados no merecen la misma atención. Con excepción, claro, del caso Niembro, porque de lo que se trata es de proteger a un empresario, Mauricio, que aún sueña con ser Presidente.