Ganó Alberto y es el nuevo presidente. Perdió Macri. Vuelve Cristina al poder, esta vez como vicepresidenta. El kirchnerista Kicillof le ganó a quien fue la gran estrella de la política argentina en los últimos cuatro años, María Eugenia Vidal. El país volvió a mostrar altos niveles de polarización y concentración del voto entre kirchnerismo y macrismo, al igual que lo ocurrido hace cuatro años. El peronismo volvió a su cuna: la provincia de Buenos Aires.
El resultado de las elecciones del 27 de octubre deja varios aspectos para analizar. A continuación, realizamos un breve análisis, para seguir profundizando en los próximos días con más información y procesamiento de datos.
Es necesario subrayar, en primer término, lo evidente: el Frente de Todxs ganó; Alberto Fernández es el presidente electo y Mauricio Macri perdió. Lecturas interesadas han preferido destacar lo ajustado del resultado conocido ayer. Es cierto que, por lo ocurrido en las PASO, las expectativas del kirchnerismo estaban centradas en obtener una diferencia mayor. En tal sentido, se puede decir, parafraseando a los PUMAS, que lo de Mauricio fue una derrota digna.
Sin embargo, al adoptar una perspectiva un poco más amplia, sí se puede decir que lo de Macri fue un fracaso. Es que la ciencia política enseña que existe una clara ventaja de acudir a las elecciones desde el puesto al que se aspira. (Krehbiel y Wright, 1983; Gelman y King, 1992). Al respecto, Przeworski (2010) ha demostrado que a nivel mundial el poder de quien ejerce la presidencia es tan grande que rara vez pierde la reelección. En un estudio realizado en 2014 sobre América Latina, se confirman dichas ventajas para los presidentes (Penfold, 2014): tan solo en dos oportunidades, presidentes en ejercicio en Latinoamérica han perdido la reelección: Daniel Ortega en Nicaragua en 1992 e Hipólito Mejía en República Dominicana en 2004 (Przeworski y Curvale, 2008). Por otra parte, tomando como referencia exclusivamente los antecedentes en la Argentina, surge que Macri es el primer presidente que busca la re-elección y no lo consigue. Perón, Menem y Cristina Fernández sí pudieron.
Para matizar un poco la afirmación anterior, hay que decir que la derrota de Macri se produce en un momento de suma inestabilidad política en la región. Luego de la oleada de gobiernos progresistas en la primera década del siglo XXI, los posteriores experimentos de gobiernos de derecha no pudieron consolidarse en el tiempo.
La elección presidencial ayer se polarizó y funcionó como una suerte de balotaje. En parte, ello se debe a nuestro diseño institucional, que dispone de unas primarias que generalmente se realizan sin competencia interna y termina funcionando como una primera vuelta. Así ocurrió este año: los votantes de Lavagna, Gómez Centurión, Espert y Del Caño expresaron sus primeras preferencias en agosto y ayer, masivamente, emitieron un voto útil, inclinándose por el favorito (Alberto) o en mayor medida, por su perseguidor más competitivo (Macri).
Tal como publicó Andy Tow, los resultados entre las PASO y las generales fueron los siguientes:
Al haber presentado una lógica tipo balotaje, sirve comparar la elección de ayer con la segunda vuelta ocurrida en noviembre de 2015. Una lectura directa permite observar que el kirchnerismo obtuvo prácticamente el mismo porcentaje de votos entre una elección y otra, mientras que el macrismo, en cambio, tuvo una pérdida de 11 puntos porcentuales en estos cuatro años de gestión. Hay que aclarar que se trata de un mero ejercicio intelectual a fin de tener alguna referencia, y que la comparación adolece de estar poniendo en un mismo nivel una elección general como la de ayer con un balotaje.
Más importante que la comparación numérica es resaltar las similitudes que tuvieron ambas elecciones en cuanto a la distribución geográfica del voto. En efecto, tanto en el balotaje 2015 como ayer, el macrismo se quedó con la franja central del país, mientras que el kirchnerismo se impuso cómodamente en lo que la ciencia política denominó alguna vez la periferia.
Esta similar distribución geográfica también se observó en la provincia de Buenos Aires, decisiva, por otra parte, para el triunfo de Alberto Fernández. En efecto, el territorio bonaerense, en líneas generales, expresó la misma división que se viene observando desde 2009: el conurbano, mayoritariamente, en manos del kirchnerismo, mientras que la oposición, en este caso el macrismo, se impuso en el interior.
Los números conocidos ayer condicionan pero no determinan el futuro ni de Alberto ni de Macri. En tal sentido, cabe recordar que hubo presidentes ungidos por una clara mayoría electoral (De la Rúa, por caso) que al poco tiempo tuvieron que renunciar, y presidentes con poca legitimidad de origen (Kirchner) que se consolidaron rápidamente desde el ejercicio de poder. Lo mismo puede decirse para el ahora opositor Mauricio Macri. El 40% de los votos reunidos es un buen punto de partida, pero para afirmarse como líder opositor deberá mostrar habilidad política para imponerse ante muchos dirigentes que aspiran a pelear la presidencia en 2023 (Larreta, Cornejo, Vidal, Lousteau, entre otros).