Existe un amplio consenso en torno a que la política argentina está polarizada desde hace al menos una década. El macrismo y el kirchnerismo son en la actualidad quienes encabezan ambos polos que, según cada momento, reúnen aproximadamente un tercio del electorado cada uno.
Sin embargo, las derivaciones que suelen desprenderse a partir de esta premisa básica no son siempre coincidentes. Al respecto, ¿qué tipo de competencia político-electoral se da en sistemas polarizados como el nuestro? ¿cuál es la estrategia óptima para cada una de las dos fuerzas principales, si lo que buscan obtener -o conservar- es la Presidencia de la Nación?
El punto de partida para responder estos interrogantes es la definición misma de polarización. En la Ciencia Política nos referimos a la polarización de un sistema partidario cuando existe una pronunciada distancia (ideológica o de otro tipo) entre dos o más de sus componentes. La grieta entre kirchnerismo y macrismo, dos fuerzas antagónicas dentro del espectro político argentino, delinean, efectivamente, un escenario de polarización.
En segundo lugar, la polarización, contra lo que habitualmente se piensa, no reduce la competencia exclusivamente a dos opciones dicotómicas, sino que, por el contrario, tiende a generar y/o propiciar el espacio conocido como avenida del medio. Lógicamente, los “anti-grieta” no pueden existir sin los dos polos antagónicos; aunque numéricamente representan un espacio muy importante de la sociedad (cerca del 40%), están constituidos por sectores muy heterogéneos entre sí que disienten, entre otras cosas, en cuanto a la distancia que los separa de cada uno de los polos principales. Así, dentro de ese 40% del electorado, hay sectores, por ejemplo, más cercanos al kirchnerismo y otros más cercanos al macrismo. La debilidad electoral de este espacio, además de su heterogeneidad, reside en que posee una existencia subordinada a la contradicción principal que atraviesa la sociedad argentina, o sea, existe como un derivado de la grieta.
Así delineado el mapa político en la Argentina, cabría esperar que los dos contendientes estelares -macrismo y kirchnerismo- moderen sus propuestas y tiendan a ir al centro del espectro político, buscando atraer de esa manera a la mayor cantidad posible de los electores que están fuera de la grieta (el universo del 40%). Pero en la medida que ello ocurra, el nivel de polarización (o sea, la distancia ideológica) tenderá a reducirse. ¿Cómo explicar la persistencia de la polarización cuando en verdad la estrategia electoral óptima es ir al centro?
En la dinámica político-electoral de los últimos años es posible identificar dos lógicas distintas que se derivan sin embargo de la misma existencia de la polarización. En efecto, en años no electorales, la fuerza gobernante de turno -en su momento, el kirchnerismo, en la actualidad el macrismo- se sostiene en lo fundamental en su núcleo duro del electorado. Gobierna, por así decirlo, para lo que son sus bases sociales, desde un extremo del espectro político. Para los años electorales, sobre todo cuando se elige presidente, la estrategia asumida es en cambio ir hacia el centro.
Las últimas medidas y acciones por parte del gobierno de Mauricio Macri encajan dentro de este marco analítico. El reimpulso del programa de precios cuidados y los acuerdos de precios, una módica reactivación de los créditos para PYMES, la postergación de aumentos tarifarios, y cierta apertura y diálogo con otros sectores políticos -del peronismo, de la UCR- intentan replicar la estrategia del macrismo asumida tanto en 2017 -cabe recordar, por ejemplo, la generosa política crediticia para impulsar el consumo popular- y 2015 -cuando el propio Macri sorprendió a propios y extraños con un discurso en el que elogiaba políticas emblemáticas del kirchnerismo y prometía la continuidad de las mismas-.
La incoherencia desde el punto de vista programático y de gestión que supone para el macrismo adoptar, por ejemplo, un mecanismo de control de precios -por más precario que sea- se desvanece al analizar la medida desde la óptica electoral en un contexto de polarización como el descrito al inicio de esta nota.
Aunque la estrategia del macrismo parece ser la correcta, ello no implica que inevitablemente sea coronada con éxito. Por un lado, desde mayo de 2018, la economía argentina se encuentra encorsetada por las condicionalidades derivadas del acuerdo con el FMI. Es muy estrecho el margen de acción que posee el gobierno para torcer o mejorar al menos el rumbo macroeconómico. Por otro lado, la capacidad para ir hacia el centro -y que el electorado crea en tal movimiento moderador- tiende a ser mayor para las fuerzas políticas que están en la oposición. Como se dijo anteriormente, se gobierna, en general, desde un extremo y en ese sentido, desandar el camino para moderarse en años electorales resulta más difícil. Finalmente, Cambiemos parece estar limitado desde el punto de vista de la candidatura presidencial. Es que aunque a priori pareciera que Vidal es mejor candidata que Macri, el hecho de que un Presidente no busque su reelección sería visto como un fracaso de Cambiemos en su conjunto, que seguramente arrastraría a la gobernadora bonaerense.
Para concluir, resulta inevitable dejar planteadas algunas preguntas en torno a lo que puede llegar a ocurrir con el peronismo opositor, tomando como premisa el contexto de polarización ya descrito. En tal sentido, en términos comparativos, ¿goza el peronismo de mayor flexibilidad para moverse hacia el centro, al no estar gobernando? ¿En qué medida una eventual candidatura de CFK puede limitar el margen de maniobra para una estrategia de ese tipo? Y al mismo tiempo, sin ella, ¿algún candidato podrá fidelizar el núcleo duro del kirchnerismo y simultáneamente lograr apoyos provenientes del 40% del electorado que permanece fuera de la grieta?