El gobierno de Mauricio Macri decidió recurrir al FMI para sobrellevar la corrida cambiaria y contar con un reaseguro ante la frágil situación financiera y económica del país. En procura de encontrar consenso interno ante esta decisión, que evoca -y con razón- los peores temores entre los argentinos, el elenco gubernamental planteó que el FMI ha cambiado y que es sustancialmente distinto al de décadas anteriores.
A medida que se conocen los términos de las negociaciones, no es difícil advertir que las recetas que propone el organismo conducido por Christine Lagarde han variado poco y nada con respecto al pasado. Sin embargo, la idea sobre una supuesta renovación ideológica del FMI no es propiedad exclusiva del gobierno de Macri. Es la interpretación que se impuso desde hace algunos años -en el extranjero, pero también en nuestro país-, a partir de una serie de documentos elaborados por el propio FMI en los que, a primera vista, parece asomar un esbozo de mea culpa.
Como se verá, tal autocrítica, en verdad, nunca se dio plenamente. No obstante, el análisis de estos documentos, aunque concebidos para las economías avanzadas, contribuyen a iluminar algunos aspectos centrales de la estrategia económica que asumió la administración Cambiemos a partir de diciembre de 2015.
Una breve contextualización
La supuesta autocrítica del FMI debe enmarcarse en el contexto de la crisis económica internacional, cuyo inicio simbólico suele ubicarse en septiembre de 2008, con la bancarrota del banco de inversión Lehman Brothers. Casi en forma inmediata, la mayoría de los gobiernos europeos -incluido Alemania- apelaron en un principio a la receta clásica de los manuales de macroeconomía: ante una economía en recesión, promovieron diversos programas de estímulo para reimpulsar el crecimiento. Esto fue entre 2008 y 2009.
Sin embargo, por distintos factores, entre ellos la crisis de la deuda en Grecia, esa estrategia quedó trunca a partir de mediados de 2010, barrida por la ola de austeridad que envolvió a todas las economías avanzadas. Como señala Paul Krugman, “todos los países con déficits presupuestarios significativos -como casi todos después de la crisis financiera- se consideraron en riesgo inminente de convertirse en otra Grecia a menos que comenzara de inmediato a recortar el gasto y aumentar los impuestos”. Se inició el tiempo de lo que el economista Rob Parentau llamara dominio de los “austerians”, es decir, de aquellos que desean recortar el gasto público y reducir los déficits en un momento de debilidad económica o recesión. Curiosamente, los recortes eran vistos como el camino para reimpulsar el crecimiento.
El gatopardismo del FMI
La austeridad expansionista, como era previsible, no dio los resultados esperados, y se constató, por el contrario, una alta correlación entre ajuste e impacto negativo sobre el crecimiento: “Since the global turn to austerity in 2010, every country that introduced significant austerity has seen its economy suffer, with the depth of the suffering closely related to the harshness of the austerity” (Krugman).
Es esta evidencia empírica la que origina los documentos emitidos por el FMI en los que se puede interpretar un esbozo de autocrítica. Aquí se tomará como referencia a Olivier Blanchard, quien fue economista jefe del FMI entre septiembre de 2008 y septiembre de 2015. Cabe aclarar que, como es habitual en el FMI, estos documentos los firma el autor y se aclara que no expresan necesariamente la visión del organismo.
Pero claro, Blanchard enseguida aclaraba: “No me malinterpreten. Debe haber una consolidación fiscal sustancial y los niveles de deuda deben bajar”.
Este documento tuvo mucha difusión a nivel mundial, y fue considerado en general como un ensayo de autocrítica por parte del FMI. Paul Krugman, por ejemplo, sostuvo que se trataba de un “mea culpa” por parte del organismo. La prensa argentina adoptó idéntica interpretación. Así, por ejemplo, Clarín daba a conocer la noticia, en enero de 2013, con el título “Mea culpa del FMI: los ajustes en Europa son un fracaso”.
Sin embargo, como los autores se encargarán de aclarar, “los hallazgos de la investigación de que los multiplicadores fiscales a corto plazo han sido más grandes de los esperado no debe conducir a adoptar implicaciones mecánicas para la conducción de la política fiscal. Algunos comentaristas interpretaron que nuestro trabajo implicaba que la consolidación fiscal debería evitarse del todo. Pero no es la conclusión que debe seguirse de nuestro análisis”.
Y rematan el argumento, introduciendo la variable tiempo, esencial para garantizar la efectividad de los ajustes: “Los efectos a corto plazo de la política fiscal en la economía son solo uno de los tantos factores que deben considerarse a la hora de determinar el ritmo apropiado de la consolidación fiscal para cualquier economía individual”.
En definitiva, la admisión de haber elaborado pronósticos errados no llevó al FMI, en ningún momento, a reconsiderar la utilidad de los programas de ajuste. Lo que estuvo en discusión, en todo caso, fue la velocidad en la aplicación de los recortes.
Sobre el gradualismo
Desde diciembre de 2015, Cambiemos se jacta de su estrategia gradualista, es decir, de realizar una reducción del gasto público en forma paulatina. Así, busca mostrarse como una fuerza moderada, que se aleja de los programas de shock aplicados en el pasado y que algunos economistas aun en la actualidad siguen reclamando (Broda, Espert, Melconián).
Aunque tras la corrida cambiaria, todo parece indicar que el supuesto gradualismo ha llegado a su fin, el gobierno lo sigue defendiendo, ahora apelando a un verdadero oxímoron, pues habla de la necesidad de acelerar el gradualismo.
Ahora bien, lo interesante es que el gradualismo forma pare, desde hace años, de la receta que promueve el FMI. El 24 de junio de 2010, Blanchard y Carlo Cottarelli (en aquel momento, funcionario del organismo, y actualmente, flamante Primer Ministro de Italia) escribieron un artículo titulado “Diez mandamientos para el ajuste fiscal en las economías avanzadas”. Con la aclaración de que todos los puntos se refieren a las economías avanzadas, se reproducen a continuación algunos párrafos del documento porque permiten comprender algunos aspectos centrales del programa económico llevado adelante por el macrismo:
En definitiva, el gradualismo no constituye una innovación del gobierno de Macri. Tampoco expresa un pragmatismo alejado de la ortodoxia. Antes bien, es la aplicación a nivel local de una estrategia elaborada y difundida por el FMI. Tal vez sirva para completar el razonamiento, volver a citar a Blanchard, que encuentra una aliada inesperada en la defensa del gradualismo: “Como dijo Ángela Merkel, se trata de una carrera de fondo, no de velocidad. Llevará más de dos décadas regresar a niveles de deuda prudentes. No olvidemos aquello de “sin prisa, pero sin pausa”.
Para concluir
Muy sintéticamente, concluimos con tres ideas. En primer lugar, frente a lo que sostiene el gobierno argentino, se observa que el gradualismo no es una innovación ni la expresión de una línea pragmática, sino que responde estrictamente a la receta que promueve el FMI y que encuentra eco, incluso, en una de las representantes máximas de la ortodoxia a nivel mundial, como Ángela Merkel.
En segundo lugar, derivado de lo anterior, con el reciente pedido de préstamo al FMI no se inicia un nuevo período, sustancialmente distinto, en el que el gobierno argentino pierde autonomía para llevar adelante su programa económico. Ya desde antes de entablar negociaciones con el organismo, el gobierno se mantuvo alineado estrictamente a los marcos generales de una estrategia que ha sido elaborada desde afuera y en la que el FMI fue un actor protagónico.
En tercer lugar, la idea de que el FMI se ha renovado ideológicamente tras hacer un mea culpa no se corresponde con la realidad. Pero más allá de eso, aparece una contradicción en la línea argumental del gobierno, que por un lado afirma que el FMI ya no es el mismo que antes, y al mismo tiempo sostiene que es necesario acelerar el gradualismo, o sea, más ajuste, en línea con lo que históricamente ha pedido –y sigue pidiendo- el FMI.