Primero los acusaron de ñoquis. Pero los echaban en la puerta del trabajo. Los ñoquis no van a trabajar.
Después dijeron que el Estado había crecido mucho en los últimos años. Pero, al comparar con la gestión de Cristina Fernández, aumentó la cantidad de Ministerios, Secretarías y Subsecretarías, o sea, los cargos jerárquicos de elevados sueldos.
Hablaron de una cruzada contra la grasa militante. Pero en todo 2016, no hubo concursos para los nuevos ingresantes. Cabe inferir entonces que echaron a quienes “no eran de ellos”, para poner “gente propia”.
“Hay que profesionalizar el empleo público”. Dicho y hecho: la revolución de la alegría, por mérito y virtud, les llegó a las esposas de Jorge Triaca, Andrés Ibarra, Pablo Avelutto y Federico Sturzenegger; al tío de Rogelio Frigerio; al yerno de Oscar Aguad; al primo de Ricardo Buryaile; a la prima de Gabriela Michetti.
También prometieron que los despedidos iban a encontrar oportunidades en el sector privado. Sin embargo, veto de la ley anti-despidos mediante, ya se perdieron más de 120 mil puestos de trabajo solo en el sector formal.
Mientras, el periodismo independiente (con cargos en el Estado) insiste en que sobran un millón de empleados públicos. La Administración Pública Nacional tiene aproximadamente 220 mil trabajadores. ¿Sobran entonces médicos, maestros y científicos?
Ahora, vuelven a la carga y echan a 400 trabajadores del Ministerio de Educación. Pero como tenemos la suerte de contar con una Directora General de Discursos, no le llamamos despidos. Se trata de algo más cool: “No renovación de contratos”. Es una fórmula más entusiasta y alegre, que se corresponde con el espíritu festivo que debe imperar en todo fin de año.
Salud para todos los despedidos. Y para vos también, que podés ser el próximo.